miércoles, 28 de mayo de 2014

EL PROGRESO DE MI... ¿PATOLOGÍA?

Aunque me considero una férrea disidente de los discursos que tratan de explicar el comportamiento y a la psique humana desde el punto de vista exclusivo de la neurobiología, quisiera remitirme a la interesantísima e ilustrativa obra de Oliver Sacks, intitulada “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. En ella, Sacks narra el caso del Doctor P. un brillante profesor de música que, aquejado por un intrigante desorden de supuesto(1) tipo neurológico, tendía a despersonalizar a la gente con quien cotidianamente trataba, teniéndolos por “cosas”, como a su propia mujer a quien en efecto, trató alguna vez de colocársela como un sombrero y personalizaba objetos inanimados, saludándolos e incluso atribuyéndoles la tremenda descortesía de no devolver el saludo.

En cierta ocasión, mientras Sacks visitaba a P. intrigado ante sus extraordinarios síntomas, tuvo ocasión de conocer otra de sus facetas; en los muros de la casa de P. yacía una considerable cantidad de pinturas, tan intrigantes, que decidió preguntar al respecto a la esposa de P. y entonces… Mejor dejemos que nos lo narre el propio Sacks:

“—Sí —dijo la señora P. — era un pintor de grandes dotes además de cantante. La Escuela hacía todos los años una exposición de sus cuadros.

Fui examinándolos lleno de curiosidad, estaban dispuestos por orden cronológico. El primer período era naturalista y realista, la atmósfera y el talante vividos y expresivos, pero delicadamente detallados y concretos. Luego, con los años, iban perdiendo vida, eran menos concretos, menos realistas y naturalistas, mucho más abstractos, y hasta geométricos y cubistas. Por fin, en los últimos cuadros, los lienzos se hacían absurdos, o absurdos para mí... meras masas y líneas de pintura caóticas. Se lo comenté a la señora P.

—¡Ay, ustedes los médicos son todos unos filisteos! —exclamó—. Es que no es capaz de apreciar la evolución artística... de ver que renunció al realismo de su primer período y fue evolucionando hacia el arte abstracto y no representativo.

«No, no es eso», dije para mí (pero me abstuve de decírselo a la pobre señora P.). Había pasado del realismo al arte no representativo y al arte abstracto, ciertamente, pero no era una evolución del artista sino de la patología... evolucionaba hacia una profunda agnosia visual, en la que iba desapareciendo toda capacidad de representación e imaginación, todo sentido de lo concreto, todo sentido de la realidad. Aquella serie de cuadros era una exposición trágica, que no pertenecía al arte sino a la patología.

Y sin embargo, me pregunté, ¿no tendría razón en parte la señora P.? Porque suele haber una lucha y a veces, aun más interesante, una connivencia entre las fuerzas de la patología y las de la creación. Quizás en su período cubista pudiera haberse dado una evolución artística y patológica al mismo tiempo, confabuladas para crear formas originales; ya que, si bien podía ir perdiendo capacidad para lo concreto, iba ganándola en lo abstracto, adquiriendo una mayor sensibilidad hacia todos los elementos estructurales, líneas, límites, contornos: una capacidad casi picassiana para ver, y representar también, esas organizaciones abstractas incrustadas, y normalmente perdidas, en lo concreto... Aunque en los últimos cuadros sólo hubiese, en mi opinión, agnosia y caos”.

¿Por qué reproduzco aquí esta historia? Sucede que el día de ayer, durante mi sesión analítica, aludí a este mismo blog y al hacerlo, recordé la razón por la que había sido creado: la idea, según yo, era exorcizar un demonio, procesar un duelo que en ese momento me quemaba las entrañas y me llenaba de un dolor tan intenso, que no había aire, no había voz, no había palabras suficientes para, ya no digamos narrarlo, sino ni siquiera sollozar. Pensaba entonces que, con la fuerza de mis dedos, lograría transcribir aquel patógeno hasta conjurarlo y así liberarme de él. Sin embargo, al cabo de un tiempo me di cuenta de que los contenidos empezaban a cambiar; de pronto había intereses políticos, o artísticos o, como ha sucedido más recientemente, clínicos y analíticos. Fue entonces que recordé el texto de Sacks y haciendo una analogía pensé: ¿Será acaso que el blog de Istericka es también una cuenta cronológica de mi patología? ¿Será acaso, por decirlo en términos que resulten más congruentes con la forma en que lo pienso, que este blog retrata el devenir, después de un intenso punto de ruptura (lo patológico) que me llevó a la anormalidad, para crear una nueva (favor de ver “Sobre “Lo Normal y lo Patológico”” en la entrada previa) normatividad? Salí pues, del consultorio de mi analista con la idea de revisar este desarrollo, cosa que hice con cierto detenimiento. Llegué pues, a ciertas conclusiones, reflexioné y encontré sentido. No describiré aquí lo que pude ver, en primera, porque para eso tengo facebook ¿o es que no es ese el lugar común en que todas y todos arrojamos nuestros síntomas? En segunda porque, revisando el índice de lecturas sobre cada post, puedo inferir que este texto será casi privado y, en todo caso, si he de repetir para mí misma mis hallazgos, prefiero hacerlo a la comodidad del diván. En tercer lugar, porque la evidencia salta a la vista y en el dudoso caso de encontrar a alguien a quien interese saber cómo y hacia dónde se ha desarrollado mi patología personal, entonces no hace falta más que echar un vistazo retrospectivo a cada publicación. Esta omisión deliberada constituye, desde luego, una expresión de respeto hacia ti, querida o querido lector, pues, aunque especies animales como las aves regurgitan para alimentar a sus crías, me parece que en este contexto, lo mejor es que cada quien mastique su propio alimento, en compañía preferentemente de un o una profesional, pero eso sí, invariablemente con sus propios dientes.

(1) Digo "supuesto tipo neurológico", porque a pesar de que Sacks especula sobre "un proceso degenerativo o tumor enorme en las zonas visuales del cerebro", no nos aporta ningún tipo de seguimiento que aporte validez a este diagnóstico. Además, algo que es apreciable a lo largo de todos los casos clínicos de "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", es la reflexión sobre qué tanto, incluso los trastornos que tienen una clara asociación con desórdenes neurológicos, se hallan condicionados exclusivamente por estos. Este tema deja para muchísimo. Valdría sin duda la pena hacer un texto especifico que reflexione sobre el particular, pero como dijera Michael Ende en una de sus más conocidas obras: "Esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión".

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